jueves, 29 de marzo de 2012

LA MORAÑA (V)

Piso la tierra seca del camino que de nuevo separa campos de cultivo. Levanto polvo con mis pasos y el aire vespertino se lo lleva enrollado. Lejos de las murallas, de la historia levantada en piedra, lejos de la sierra que vigila la comarca, lejos de mis recuerdos que mi memoria quiebran, de las alamedas como ejércitos en armas, de las gélidas noches y el rocío del alba. Observo la nada que lo es todo y digo para mí: hay que ver como eres querida Moraña.

Y en estas soledades voy caminando, y en estas lejanías me voy adentrando, hasta pararme en un altozano que buenas vistas me está regalando. Domino el trigal y también el páramo, y todo el campo que con mis manos abarco. El sol se está cansando y su luz debilitando, cinco minutos más y vamos regresando. Pero qué tienen estos lares que te aprisionan, que te obsequian espectáculos que te apasionan, y no puedas todavía retroceder, pues hay algo enfrente que debes ver. Un bando de avutardas paciendo frente a mí. ¿Avutardas? Que sí, que sí. Un buen grupo de ocho o nueve, que lentas se mueven. Robustas, altivas y vaya cuello tienen. El macho, mayor que la hembra, encabeza el séquito, oteando el horizonte, su reino. Le siguen hembras y jóvenes, picoteando el suelo, comiendo. Son como astronautas sin gravedad, que hoyan la tierra por primera vez, como marcianos venidos de otra edad, rebuscando entre la mies. Pero no, no son extrañas criaturas en este lugar, aquí moran en secreto y crían con tranquilidad, sin injerencias humanas que perturben su paz. Yo las he descubierto en campo abierto mas no quiero molestar, que su refugio clandestino debe seguir siéndolo, a beneficio de la biodiversidad. Ahora se percatan de mi presencia y emprenden el vuelo pesadamente, con grandes alas y mayor vientre. Vuelan a baja altura y a lo lejos aterrizan con la misma postura. Quedaos ahí, habitantes de lo desconocido, seres de lo irreal, que yo vuelvo sobre mis pasos prohibidos para no hacer mal.

Pluma de avutarda


Regreso llevándome el trigo, la cebada, el cereal; fauna viva, sol y manantial. Campos labrados y pueblos olvidados, luz, aires y libertad. Aquí te quedas, Moraña, aquí por siempre quedarás, tu historia y tus hazañas, tu naturaleza sin igual. Te guardo en mi memoria hasta el final pues a partir de ahora no te podré olvidar.



  
                                                               Pinares isla

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